Teoría democrática según Giovanni Sartori

Introducción
En la introducción de la primera parte de su entonces nueva obra, el autor justifica su necesidad por los cambios ocurridos dentro de la teoría democrática desde la publicación en los años sesenta de su primer libro sobre el asunto. Los cambios que él destaca son tres:
Primero el vocabulario utilizado en el debate sobre la teoría democrática ha cambiado mucho, debido según él a la excesiva tendencia de ciertos autores a evitar de utilizar palabras y expresiones generalmente usadas, en nombre de la teoría del significado arbitrario (un representante de esta escuela es Saussurre, según quién no hay ningún vínculo lógico entre la realidad y un sistema lingüístico, por lo tanto entre cosas y vocabulario).
En segundo lugar el autor toma en cuenta la irrupción dentro del debate sobre la teoría de la democracia del pensamiento marxista, que según él ha impuesto nuevas categorías como los conceptos de “democracia capitalista” o de “ideología democrática”. Esa influencia resultó en el rechazo y el debilitamiento de buena parte de la teoría democrática liberal.
En tercer lugar, y a contrario de la cura de enflaquecimiento arriba mencionado, ocurrió una tecnificación de la teoría, del hecho en particular de la Escuela de Francfort, pero también de los autores liberales Rawls y Nozick.
De esos tres factores resulta por Sartori que la teoría democrática ha ido complicándose, pero no al beneficio de la explicación de la realidad, sino de la construcción de aparatos abstractos, lo que participa según el autor de que los ciudadanos entiendan cada vez menos sus instituciones políticas. Sartori propone en esta obra contribuir a un esfuerzo de explicación de las instituciones vigentes mediante la teoría democrática, esfuerzo tanto más urgente que él define la democracia como el gobierno mediante discusión, lo que implica que la teoría democrática debe ser disponible para la mayoría en el objetivo de mejorar la calidad de la discusión.
La primera parte de la obra trata del debate contemporáneo, que gira entorno a la tensión entre hechos y valores, según el autor constitutiva de la democracia. La segunda parte, que aborda los problemas ya planteados por autores clásicos, intenta revalorizar la acumulación de conocimientos dañado por la teoría del significado arbitrario.
 
Capítulo 1: ¿Puede la democracia ser cualquier cosa?
Este capítulo desempeña un papel introductivo en la medida que el autor pretende clarificar las bases del debate teórico sobre la democracia, por la crítica de teorías existentes y por su subrayar su eje analítico, la tensión descripción/prescripción, o hechos/valores, de la democracia.
1 - La época de la confusión democrática.Después de haber sido duramente dañada en el período precedente, en la era post-segunda guerra mundial todas las fuerzas políticas reivindicaron la democracia, desde los liberales del bloque occidental hasta los comunistas del bloque del Este. Más que un consenso sobre los principios, se trataba de une distorsión terminológica: existían varias definiciones, a menudo incompatibles, de la democracia. Otros factores de confusión fueron los corrientes intelectuales del significado arbitrario, del Wertfreihezt -partidario del análisis de la política sin valores-, y del behavioralismo.
2 - Descripción y prescripción. Sartori plantea que lo descrito por la teoría democrática empírica (como la de Dahl, que prefiere hablar de “poliarquía” en lugar de democracia), siempre se base sobre un ideal que forma la base normativa de lo existente, aunque el producto real de lo normativo siempre es distorsionado en cuanto al proyecto normativo. Entonces lo descrito es un producto del normativo. La democracia es un concepto ambos descriptivo y normativo.
3 – La democracia política y otras democracias. Sartori subordina todas las democracias no políticas (económicas, sociales…) a la democracia política, dado que ésta es la sola soberana, y por lo tanto un requisito para la existencia de democracias “sub.-políticas”. Aquí critica frentalmente al marxismo que pretende según él sustituir la democracia económica a la democracia política.
4 – Idea general. Sartori hace hincapié en lo que aunque hay dos definiciones de la democracia, una descriptiva y otra prescriptiva, que se refieren respectivamente a una realidad y a un ideal, hay también que superar esta distinción mostrando que toda descripción trata de una realidad que es un intento de cumplir con un ideal.
5 – Una conclusión sobre la teoría. La teoría tiene como objetivo de des-construir su objeto, pues la teoría democrática trata de des-construir la democracia, es decir evidenciar las ideas que son su punto de partida, Entonces toda teoría de la democracia es a la vez empírica y normativa. Sin embargo las más deductivas serán llamadas normativas, las más inductivas empíricas. La teoría aquí desarrollada es operativa en la medida que estudia el proyecto de democracia.
 
Capítulo 2: La democracia etimológica.   
La etimología no puede constituir la totalidad de la definición de la noción de democracia (la democracia como mero “poder del pueblo”), sino que tiene que ser un primer paso de investigación.
1 – El significado de pueblo. Sartori da seis definiciones posibles del pueblo, como soberano, y solo una le parece operativa, la del principio de mayoría limitada por los derechos de la minoría.
2 – El pueblo en la sociedad de masas. El pueblo contemporáneo se caracteriza por su atomización, debida al desarraigo histórico tanto como geográfico. Esas masas son pronas al “miedo a la libertad” (Fromm), al apoyo al autoritarismo o incluso al totalitarismo. Ello muestra que la significación del concepto de pueblo cambia con las evoluciones históricas.
3 – Poder del pueblo y poder sobre el pueblo. A la ficción medieval de la representación del pueblo en el monarca para ejercer el poder, se suma en la época moderna el principio de elección, sola manera según el autor de cumplir con la exigencia de un poder a la vez eficaz (sobre el pueblo) y legítimo (del pueblo). Ello es necesario para cualquiera democracia.
4 – El principio de la mayoría limitada. Los derechos de la oposición son imprescindibles según Sartori: no sólo para garantizar los derechos individuales, sino también porque en el caso contrario la minoría se convierte en un no-pueblo, es decir que el pueblo pierde su integridad. Pues dar todo el poder a la mayoría es anti-demócratico.
5 – La formula de Lincoln. La famosa frase de Lincoln según la cual la democracia es “el gobierno del pueblo, para el pueblo, por el pueblo” es prona a interpretaciones diversas. Toda definición de la democracia es un discurso prescriptivo y se refiere a las ideas de quien lo enuncia.
 
Capítulo 3: Los límites del realismo político
En este capítulo y en el siguiente, Sartori se dedica a criticar a la vez respectivamente el realismo político (que consiste en negar la democracia porque no existe) y el idealismo político (negar la realidad porque no es democrática), pero también la legitimidad de la división teórica entre esas dos escuelas.
1 – ¿Qué es la política “pura”? Según los realistas, la política siempre es pura, es decir que sólo trata de la lucha por el poder, y nunca por ideas; en el lado teórico opuesto sería la política idealista, sólo verbal. Sartori plantea a contrario que la política, incluso de fuerza (Machtpolitik) siempre se nutre de un ethos, de un ideal (el Príncipe de Maquiávelo tiene el objetivo de mantener o construir la unidad de su Reino, por ejemplo), o bien perece.
2 – Política proclive a la guerra versus política propensa a la paz. Sartori propone el clivage política beligerante/política legalista como alternativo a lo expuesto y criticado anteriormente. Aquí lo discriminante es el uso de la fuerza, privilegiado o de último recurso; en este último caso la política es sometida a las leyes: es el liberalismo. Por lo tanto el realismo político nunca se encuentra solo: el realismo sólo es cognoscitivo, para ser aplicado necesita una dinámica normativa, cualquiera sea.
3 – Hechos y valores en Benedetto Croce. El currículo intelectual de Croce demuestra, según Sartori, que la clasificación realista/idealista es un error. Primero, Croce apoyó a Mussolini por realismo y rechazo de las ilusiones idealistas democráticas; luego ante los crímenes fascistas, se volvió un idealista liberal, sin aceptar de intentar la aplicación de este ideal, por desilusión; lo que quiere decir negar el liberalismo real, según Sartori. Croce tomó en cuenta ambos la realidad y los ideales, pero de manera sucesiva y totalmente exclusiva. En contrario, los ideales tienen que superponerse a los hechos.
4 – Mosca, Pareto y Mitchels. Esos tres autores son realistas en la medida que plantean que la democracia no existe (sino la oligarquía) en la realidad. Según Sartori, el error es de extrapolar a partir de este hecho una opción valorativa (no vale la pena luchar para la democracia): el conocimiento no implica un credo.
5 – Realismo versus racionalismo. El idealismo radical, o racionalismo, construye ilusiones coherentes pero no se preocupa del lado operativo y por lo tanto produce desilusiones, lo que conduce a un realismo “retardado” en la medida que no pudo evitar la desilusión. Lo óptima según Sartori es un idealismo corregido por un realismo cognoscitivo. Pues el realismo tiene utilidad, pero aplicado al idealismo y no de manera exclusiva.
6 – La democracia racional y la democracia empírica. Esos dos modelos típicos corresponden a las experiencias europeas continentales y anglosajones respectivamente: el primero se preocupe de que es la democracia, el otro de cómo puede funcionar. El primero debería nutrir al segundo para llegar a una democracia óptima. Sin embargo Sartori no menciona los defectos de ningún de los dos modelos.
 
Capítulo 4: Perfeccionismo y utopía
Para Sartori, la democracia corre peligro por el “mal realismo”, pero también por un “mal idealismo”, objeto de este capítulo. Según él, de la misma manera que el mercado tiene que satisfacer el sistema económico maximizando la utilidad de cada uno, la democracia debe nutrir la política, defendiendo las libertades de cada uno. Por eso el perfeccionamiento crea ilusiones que nutren la demagogia, y el realismo es imprescindible.
1 – El malentendido de la deontología. El perfeccionismo, o exageración del idealismo, conduce a la reacción realista. El error de los perfeccionistas según el autor es de no entender que los tres conceptos clave de la democracia, la soberanía popular, la igualdad y el autogobierno, son ideales que tienen un rol normativo, y sólo pueden ser útiles si se acepta el décalage que existe entre ellos y los hechos, de manera a acercar, poco a poco, los últimos a los primeros.
2 – El mito y la utopía reconsiderados. El marxismo es un nuevo racionalismo, un racionalismo activo, en la medida que contrario a los antiguos, actúa sobre los hechos para realizar su ideal construido racionalmente. La noción de utopía pierde su sentido de imposibilidad y se vuelve ideología revolucionaria. Sartori por su parte se niega a aceptar la desaparición de los imposibles: por ejemplo es imposible aplicar una idea cuando es auto contradictoria.
3 – El autogobierno y el políticamente imposible. El autogobierno en su sentido absoluto es imposible porque a medida de su extensión geográfica y temporal, se reduce su intensidad (del lado auto- o bien del lado –gobierno), por razones operativas. Para probar que algo es imposible, no se tiene que intentar su realización, sino utilizar el razonamiento. El autogobierno es un ejemplo de un ideal con cual es imposible de cumplir en absoluto.
4 – El papel de los ideales. Los ideales nunca son operativos en absoluto; sin embargo su ser excesivos no es inútil para desafiar a los hechos, vencer su resistencia. Por tanto su aplicación concreta requiere lo que Benjamin Constant llamó “principios intermediarios” (como por ejemplo lo de la representación, medio de la realización incompleta del principio del soberanía del pueblo). Aquí Sartori plantea que la realización absoluta de los ideales sería “aburrida”, porque entonces ya no existirían ideales. 
Empero parece de toda manera imposible la realización absoluta de un ideal, dado que el transcurro del tiempo implica que toda realización sea temporal. Entonces los ideales siempre existirían como incumplidos en cuanto al futuro. Por consiguiente el argumento de Sartori según lo cual no es deseable la realización completa -provisoriamente, necesariamente- de un ideal, no parece válido.
5 – La maximalización, el peligro opuesto y los resultados inversos. Aquí Sartori examina los rasgos concretos de los excesos debidos al idealismo. Recurre a una dicotomía entre casos donde el régimen no es democrático, y casos donde el régimen es democrático. En la primera ocurrencia, los ideales pueden ser propugnados como absolutos dado que su papel se limita a la negación de la realidad vigente. Sin embargo cuando el régimen es democrático, propugnar un ideal absoluto quiere decir negar la democracia real, es decir los principios intermediarios utilizados. Sartori afirma que los ideales entonces tienen que ser optimizados, orientados hasta la reforma y el mejoramiento del régimen, y ya no maximizados. En el caso contrario los idealistas traicionan sus propios ideales, destruyendo su traducción real.
Sin embargo la tesis del autor depende de una concepción formal de la democracia, que le permite definir une frontera precisa entre regimenes democráticos y no democráticos. Ello no parece sostenible, si se considera que la idea de democracia consista en criterios varios nunca todos cumplidos, nunca todos incumplidos.
6 – La Revolución como mito. El mito revolucionario pretende sustituir los regimenes vigentes, incluso los que Sartori llama las democracias liberales, por el uso de la violencia. Es un mito y no una idea porque es supuestamente algo puntual; sin embargo en el discurso de los revolucionarios se vuelve en un principio de acción. Según Sartori en contrario, la única utilidad que puede tener la Revolución es permitir, gracias a la destrucción del orden vigente anteriormente entonces la aplicación -parcial- de un ideal, que no es contenido en el principio de Revolución. Pero esta utilidad es nula en un régimen democrático, dado que la flexibilidad de ello permite la aplicación democrática de los ideales, y su progreso continuo.
7 – Los ideales y la evidencia. La evidencia (los hechos) -como los ideales- se expresa mediante las palabras. Por lo tanto la toma en cuenta de la realidad por la evidencia científica depende del lenguaje. Según Sartori la confusión lingüística (la teoría del significado arbitrario en particular) socava ese realismo necesario para la concretización de los ideales.
 
Capítulo 5: Democracia gobernada y democracia gobernante
La democracia debe lograr un equilibrio entre el ejercicio del poder desde abajo y el ejercicio del poder desde arriba, necesario para su eficacia. Ese equilibrio según el autor depende de la pluralidad de las elites (líderes y grupos de ideas) y la autonomía de la opinión pública.
1 – La opinión pública y el gobierno por consentimiento. El pueblo es concretamente gobernante en el momento de las elecciones, mediante la expresión de la opinión del cuerpo soberano entero. Después y antes, el gobierno es de consentimiento, ejercido por los representantes, responsables ante el pueblo gracias a la periodicidad de los mandatos. Otras expresiones de la opinión pública (manifestaciones, huelgas,…) sólo son las de partes de ella y no pueden reivindicar una legitimidad gobernante.    
2 - El problema del consenso. El consenso puede existir en tres niveles: el de los valores generales de una comunidad, el de la aceptación de las reglas jurídicas de un régimen, y por fin el de las políticas partidarias. Según Sartori, sólo el consenso en el segundo nivel es imprescindible para una democracia, dado que las reglas del régimen definen el espacio del disenso y por lo tanto las modalidades del gobierno mediante la discusión (es decir la democracia según la definición de Sartori). Pues según él la democracia no se base sobre el conflicto sino sobre el consenso, en particular en cuanto al valor de la diversidad, es decir el pluralismo.
3 – La formación de opiniones. Existen diferentes modelos en cuanto a la formación de las opiniones del pueblo: el modelo descendente en cascadas (y sucesivos niveles de influencia) de Deutsch; el que toma en cuenta una dinámica ascendente, desde el pueblo, por mecanismos de identificación con miembros de la elite; y por fin el del borboteo, quizás cada vez más vigente, con la autonomización intelectual de las masas gracias al crecimiento de la educación y de la información.
4 – Autonomía versus heteronomía de la opinión pública. La opinión pública siempre existe como opinión presente en el público pero no siempre como la del público en tanto actor autónomo. En particular no puede existir si la educación ejerce un adoctrinamiento o si los medios de informaciones no son pluralistas e independientes (en cuanto a los medios el criterio opuesto y suficiente es la existencia de una creencia valorativa compartida en la verdad); es decir según Sartori si no existan condiciones de tipo mercado. Lo notable es que el autor sólo menciona el Estado, y su propaganda, como potencial límite a la autonomía de la opinión pública, sin tomar en cuenta la potencia de un paradigma o de una comunidad discursiva (Foucault).
5 – La democracia electoral. La opinión pública es la que da su valor a las elecciones, y determina la movilización electoral. Para su formación, la riqueza y un alto nivel de educación son necesarios, pero no suficientes como lo muestra la apatía política contemporánea.
6 – La democracia participativa. La democracia participativa no es una alternativa sino una modalidad suplementaria de la democracia representativa. Sartori plantea que la democracia participativa sólo puede ser inoperativa (disuelta en comunidades grandes), elitista (ejercida por un pequeño número, y pues poco participativa), o por fin, de referéndum. Por consiguiente a última solución es la única modalidad operativa de la democracia participativa.
7 – La democracia de referéndum y el conocimiento. Aparte los desventajas de la democracia de referéndum (es decir, sin representación) como el riesgo de tiranía de la mayoría, cabe insistir en la necesidad de un buen conocimiento de los asuntos debatidos por parte del público, necesidad mucho mayor que en el caso de la democracia representativa (donde son los representantes quienes deciden). Además, las decisiones dependen en este caso de las partes más movilizadas del electorado sobre todo, es decir más extremistas - dado que según Sartori las opiniones moderadas no son un incentivo potente a la movilización política. Entonces la democracia de referéndum puede conducir al “naufragio democrático”.
 8 – Gobierno e ingobernabilidad. En las democracias, el pueblo tiene que ser cada vez menos gobernado y más gobernante, tomando control del Estado. Pero Sartori advierte que este poder formal puede ser manipulado por la demagogia, y en segundo lugar hace hincapié en lo que el poder perdido por los gobernantes no necesariamente es recuperado por el pueblo – es la ingobernabilidad. La exigencia de una opinión pública autónoma permite evitar estos riesgos.
 
Capítulo 6: La democracia vertical
La democracia establece la dimensión horizontal de la política, pero la dimensión vertical, jerarquizada, no es ausente. El problema se ubica en las modalidades de esta verticalidad.
1 – El principio de mayoría y el gobierno de minoría. El aspecto horizontal es el fundamento, el rasgo discriminante de a democracia, pero el aspecto vertical asegura su concretización. Eso implica que existe, arriba, una minoría que gobierne, es decir regula. Cae insistir sobre el hecho que esta minoría no produce la regla, que la precede: es la regla de la mayoría).
2 – La tiranía de la mayoría. La regla de la mayoría no debe ser absoluta: en los asuntos constitucionales, los derechos de las minorías tienen que ser garantizados; en el ámbito electoral la regla de la mayoría prevalece, no se puede hablar de tiranía de aquella; al nivel social la mayoría no debe justificar lo temido por Tocqueville (la tiranía de la mayoría), pero esta tiranía no es posible si la mayoría se limite a su ser matemática, y no substancial.
3 – Elección, selección y mala selección. La regla de la mayoría según el autor es legitima no en sí sino porque es un medio apropiado (en contrario de la regla de unanimidad) por efectuar una selección eficaz de los decidores. Sartori piense que este estatuto de instrumento a desaparecido, y la noción de mayoría ha adquirido un valor propia que no merece. Lo que hace posible y aun legítimo la “mala selección” de los decidores.
4 – Minoría y elites. Sartori hace hincapié en que la noción de elite tiene que designar a una minoría dirigente y que lo merite. Un régimen es estable cuando la “elite del poder” (la minoría que ejerce el poder) es también la elite en términos de valor, es decir la elite en el sentido normal. Sino, el gobierno es malo y poco duradero. Pues la selección mediante elección tiene que permitir la elección de esta elite.
5 – El gobierno de la minoría: de Mosca a Dahl. Mosca afirma que en todas a sociedades el poder político es en última instancia controlado por una minoría; Dahl afirma a contrario que le democracia se basa sobre la difusuión del poder. Sartori plantea que en las democracias, el liderazgo (poder en el sentido débil) es ejercido por varias elites, grupos de ideas en particular.
6 – La ley de hierro de la oligarquía. Michels plantea que la democracia es imposible, porque toda organización tiende a adoptar mecanismos oligárquicos. Sartori muestra que lo que pasa en cada organización puede no influir la situación del sistema político entero (por ejemplo, la competencia entre partidos puede ser libre y democrática a pesar de los mecanismos oligárquicos en cada de ellos). La democracia existe fuera de las estructuras.
7 – La teoría competitiva de la democracia. Las elecciones competitivas son un medio para producir democracia, es decir la selección de líderes que van a actuar en los intereses del pueblo. Eso es tanto más así que las elecciones son cíclicas, y que los gobernantes tienen que anticipar las consecuencias electorales de sus políticas. Sartori llama eso la retroacción.
8 – Nuevas consideraciones sobre el antielitismo. Para Sartori, las elites son necesarias y útiles a la democracia. Muestra que no existe una teoría participativa alternativa a la de la democracia como competición de las elites. Sin embargo Sartori reconoce que la teoría competitiva sólo es descriptiva, y que hay que añadir algo prescriptivo, pero preciso y operativo.
9 – La poliarquía definida normativamente. El idealismo democrático de hoy no es adaptado a las macrodemocracias según el autor: no existe une teoría normativa de la representación. Sartori defiende normativamente el principio de selección de los mejores mediante elecciones competitivas. Insista en lo que el peligro mayor de la actualidad no es el gobierno autocrático de uno sino la demagogia y el malo gobierno, con falta de liderazgo.
 
Capítulo 7: Lo que no es la democracia.
Para llegar a una definición precisa del concepto de democracia, Sartori defiende que es necesario encontrar un “opuesto apropiado”, y aún contradictorio. Procede a una enumeración de las soluciones posibles según él.
1 - Contrarios, contradictorios y grados. Afirma que existe una frontera entre sistemas democráticos y sistemas no democráticos, precisamente porque son sistemas, basados sobre principios que pueden ser democráticos o no. Entonces es necesario tratar la cuestión de los regimenes en un foco de clase (y no de grado).
2 - Autoritarismo, autoridad y poder. Según Sartori la noción de autoridad supone la legitimidad; tanto más una institución tiene legitimidad, menos tiene poder, dado que su poder depende de la confianza dada por el pueblo. La noción de autoritarismo carece de sentido.
3 - El Estado total, la democracia y el absolutismo. El absolutismo significa la concentración del poder en las manos de una sola instancia, que puede ser un órgano democrático; en si no es contradictorio con la democracia. En contrario el Estado total se caracteriza por el absolutismo del poder del Estado contra los ciudadanos, entonces la base del poder democrático desaparece.
4 - El totalitarismo. Para Sartori el totalitarismo es un hecho político propio de la modernidad, que pretende encerrar la sociedad dentro del Estado. Su característica fundamental según el autor es de instaurar una ideología que adquiere el estatuto de religión.
5 - Dictadura y autocracia. La autocracia supone que el poder es la propiedad de uno. Eso es un opuesto apropiado de la democracia dado que esa supone precisamente que el poder legítimo es difundido en el pueblo.
 
Capítulo 8: Una teoría decisional de la democracia.
Ese último capítulo constituye una nueva mirada sobre la teoría de la democracia. En particular, definir los tipos ideales de mecanismos concretos de decisión permite vincular las tesis normativas del autor con modelos concretos.
1 – La naturaleza de las decisiones políticas. Las decisiones políticas son decisiones colectivizadas, es decir que son tomadas por pocos pero se aplican a toda la colectividad. El alcance de las decisiones colectivizadas tiene que depender de su utilidad; Sartori plantea que no es (era) el caso en los países soviéticos donde la colectivización constituía una ideología.
2 – Riesgos externos y costes de la decisión. Una decisión colectivizada tiene costes de elaboración, y riesgos en cuanto a sus efectos externos (opresión, etc.). Se puede reducir los riesgos aumentando el número de decidores, pero eso aumenta los costes de funcionamiento de la institución. Sartori muestra que una manera de reducir los riesgos sin aumentar los costes es recorrer a la representación: la responsabilidad de los decidores impide el exceso de poder y el numero limitado limite les costes de la decisión.
3 – Resultados y contextos de la decisión. El resultado de una decisión puede ser de suma cero (si se toma con la oposición de una minoría) o de suma positiva (si se toma tomando e cuenta las objeciones de las minorías ante el proyecto de la mayoría).
4 – La intensidad de la preferencia y a regla de la mayoría. Sartori plantea que la regla de la mayoría, según la cual el voto de un individuo es igual al voto de cualquier otro, iguala intensidades diferentes: un no radical y convencido no vale más que un sin real convicción. Por lo tanto hay que encontrar un sistema de decisión que permite tomar en cuenta las opiniones de fuerte intensidad aunque minoritarias, en particular frente a mayorías de escasa intensidad.
5 – Los comités y la unanimidad. La regla de la mayoría no permite acuerdos (es decir, decisiones cuyo resultado es de suma positiva, mediante el mecanismo de las compensaciones reciprocas anticipadas) entre mayoría y minoría, aunque la existencia de intensidades desiguales debería permitirlo. Esos acuerdos pueden ocurrir en comités decidores, de pequeño tamaño.
6 – Comités, participación y demo-distribución. La democracia se base sobre la multiplicación del número de comités, lo que maximiza la participación política de los ciudadanos, aunque mediante representación. Sartori defiende que en las macrodemocracias, donde la participación política es difícil, lo que importa para evaluar el nivel de democracia es lo que consiguen los ciudadanos – la demo-distribución. Por ello los mecanismos de decisión que logran resultados de suma positiva son mejores; pero no sólo es el caso de los comités: las asambleas bajo ciertas condiciones, y la elección de los gobernantes, pueden cumplir este requisito –vía la negociación permanente y la inestabilidad de las coaliciones).
7 – La democracia consociacional. El tipo ideal de democracia consociacional es lo donde el gobierno se ejerce por consenso. Según Sartori, eso es tanto más necesario cuanto la sociedad es profundamente dividida – es decir cuando existen minorías radicales. En este caso se puede criticar la tesis del autor, dado que el requisito del consenso beneficia a los que tienen interés en el statu quo – preferencia que puede ser muy intensa y minoritaria. Sin embargo en todo régimen democrático existen mecanismos de democracia consociacional, cualquiera sea la institución central (asamblea o comité por ejemplo).
8 – Un epílogo sobre el coste del idealismo. Según Sartori, la política debe tener ideales fundamentales pero no morales: se preocupa de las consecuencias de las acciones, no de los principios que llegan a las acciones. Entonces los progresos que la política tiene que hacer en la actualidad son la reducción de los costes y de los riesgos de las decisiones, la reducción de la politización en el sentido totalitario desde el estado, como en el sentido de la exasperación de las tensiones, el desplazo del foco desde la retórica hacia la política real (y entonces escapar al riesgo destructor del idealismo excesivo), y por fin la rehabilitación de las exigencias de control y de responsabilidad (es decir, del principio de representación).
La conclusión del autor muestra que según él, la democracia padece principalmente del daño hacho por el idealismo, que llega a deslegitimar las instituciones democráticas aunque frágiles ya vigentes.
 
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